MÁS ALLÁ DE OTRO SISTEMA BIPARTIDISTA ROTO
En
Irlanda, el sábado 8 de febrero se celebraron elecciones para los
representantes de la Cámara de los Diputados; y, sorprendentemente,
el Sinn Fein, el partido revolucionario, históricamente afín al
I.R.A. (Irish Republican Army) ha ganado las elecciones con un 24,5%
de los votos, por delante de los dos partidos que han dominado la
política del país en los últimos años, como son el Fine Gael
(partido de derechas, conservador y democristiano), con un 20,9%
del apoyo; y el Fianna Fáil (partido republicano y conservador entre
el centro y el centro derecha), con un 22,2% del apoyo de los votos.
Hubo una participación del 62.9%, un 2.2% menos que en el año 2016.
El
I.R.A nació del conflicto que aún sigue existiendo por la
independencia de Irlanda del Norte, cuya capital es Belfast, una de
las ciudades más castigadas por este conflicto latente. Este surgió
en el año 1921, momento en que Gran Bretaña concede la soberanía a
Irlanda, pero se reserva la parte del Norte, que queda bajo el
dominio británico. Personas que vivían y viven en ese territorio
entienden dicha situación como una ocupación de una fuerza
extranjera, opuesta a la pretensión de su autonomía y de
alejamiento del control del Reino Unido.
El
I.R.A., desde 1921, se ha configurado por distintas organizaciones
paramilitares. Bajo el paraguas de estas siglas, tiene como objetivo
la independencia de los condados que forman Irlanda del Norte -bajo
el predominio británico- y conformar junto a Irlanda un único país.
El problema fue, desde sus inicios, in
crescendo, debido a que el Reino
Unido, lejos
de facilitar o calmar la situación envió tropas al territorio de
Irlanda del Norte y el 30 de enero de 1972 mató a 14 personas como
respuesta a la tensión entre republicanos y unionistas. Dicho
incidente avivó más el conflicto, en el que, el I.R.A. fue
cometiendo atentados contra civiles, militares y autoridades del
gobierno Británico y de Irlanda del Norte.
A
partir del año 1972, Gran Bretaña suprimió el gobierno de Belfast
y optó por una gestión directa en Irlanda del Norte, con políticos
favorables a mantener la unión a Gran Bretaña.
El
Viernes Santo de 1998 se firmó el Acuerdo de Belfast, que,
supuestamente, ponía fin al conflicto de Irlanda del Norte. Desde
ese momento, el I.R.A. ha sufrido algunas escisiones entre sus filas:
algunos grupos paramilitares siguieron con las armas, y otros
apostaron por una vía de diálogo y de desarme. Se logró una nueva
autonomía para Irlanda del Norte, a raíz del acuerdo de 1998, pero
quedó suspendido por Londres en 2002, que alegó el incumplimiento
del I.R.A. en el proceso de desarme.
El
28 de julio de 2005, el I.R.A. emite un comunicado, en el que se
manifiesta a favor de un Alto el Fuego definitivo, del desarme y de
la apuesta por conseguir su objetivos por la vía pacífica.
En
2007 se devuelve la autonomía al Gobierno de Belfast, y las fuerzas
británicas se van de Irlanda del Norte, después de más de 38 años
de ocupación.
La
realidad dice que fuerzas paramilitares del I.R.A. -como el Auténtico
I.R.A., o el Nuevo I.R.A.- han admitido su responsabilidad en
recientes atentados: el último, en abril de 2019, en el que fue
asesinada una periodista y en que el Nuevo I.R.A., admitió su
responsabilidad.
No
deja de sorprender que el Sinn Féin, siempre afín al I.R.A. y con
ex-miembros del I.R.A., siendo un partido republicano de izquierdas,
haya conseguido ganar estas elecciones irlandesas, con su objetivo
principal de conseguir la unificación total entre Irlanda del Norte
e Irlanda, convirtiéndose así en un país único y soberano en toda
la isla. El pasado 8 de febrero, el Sinn Féin infligió una derrota
sin precedentes a los dos partidos del histórico sistema
bipartidista irlandés, y provocó una severa crisis dentro de las
filas de la derecha. El mismo día que ganó las elecciones, el Sinn
Féin reiteró su afinidad al I.R.A., hecho que nunca ha negado.
Muchas
fuentes apuntan, como causa del vuelco electoral, el hartazgo de la
sociedad irlandesa con el bipartidismo, cuyo predominio en los
anteriores gobiernos y mayorías parlamentarias han permitido que la
riqueza generada en los últimos años solo hayan ido a parar a unas
pocas manos y que la clase trabajadora no haya notado ninguna mejora
en su poder adquisitivo desde que se ha salido airosamente de la
crisis e Irlanda se ha situado entre los 10 países más ricos de
todo el mundo. Esa contradicción ha llevado a muchas personas a
apostar por esa fuerza de izquierda radical, como es el Sinn Féin.
Se
prevén unas negociaciones largas para la constitución del nuevo
Gobierno, pero el Sinn Féin va a jugar ahora, sin duda, un papel
determinante en el Parlamento irlandés; y quién sabe, quizás hasta
en el Gobierno. Lo que los partidos históricamente predominantes no
habían tenido en cuenta que podía ocurrir, se ha dado, es una
realidad presente, de manera que van a tener que saber lidiar bien
con este nuevo panorama político si no quieren perder, en mayor
medida, la confianza de la sociedad irlandesa.
Seguiremos
muy de cerca qué sucede, pero, sin duda, se trata de un cambio muy
relevante y cargado de emoción, con la posible repercusión en
muchas cosas. Así, puede suceder que el Reino Unido tenga que
replantearse la soberanía que mantiene sobre Irlanda del Norte.
Entra en juego la soberanía nacional de tres países; esto nos habla de algo más que una ruptura histórica del sistema bipartidista que ha venido siendo
predominante en Irlanda (como en tantos otros países). Veremos qué depara el panorama político
actual para Irlanda, Irlanda del Norte y Reino Unido.
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