EX-ESMA

ESPACIO DE MEMORIA Y DERECHOS HUMANOS





Ex Esma era la Escuela de Mecánica de la Armada, un espacio de memoria y derechos humanos, que fue una de las herramientas del terrorismo de Estado que se implementó en Argentina de 1976 a 1983.
A día de hoy es uno de los lugares más simbólicos que perduran hoy en día de aquellos terribles años. Además de este, situado en Buenos Aires, funcionaron en todo el país más de 750 centros clandestinos de detención, tortura y exterminio, a manos de los responsables de la dictadura.

Entrar en Ex-Esma produce un conjunto de sensaciones que son difíciles de describir, y más cuando se halla presente el Dr.Augman, quien te va contando, poco a poco, los acontecimientos y las actividades terribles y clandestinas que se desarrollaban en este centro. O también cuándo accedes al edificio denominado entonces “Casino”, antiguo cuartel de oficiales, donde se practicaba la mayor parte de torturas y retenciones ilegales de ciudadanos sin cargos explícitos, ni la asistencia letrada, ni la supervisión de los jueces. Oír, en la tercera planta de forma constante los testimonios de personas que lograron sobrevivir al tiempo en que permanecieron en Esma o en cualquiera de los otros centros clandestinos de detención distribuidos por Argentina, es una de las situaciones que a mí particularmente me provocó más y más sufrimiento; no es lo mismo verlo, leerlo y no oír ninguna voz. Uno no puede llegar a ser consciente de lo que esas víctimas, ahí retenidas injustificadamente, pudieron llegar a padecer. Es cierto que el mero hecho de ir escuchando las voces de los propios testigos te sacude el ánimo y te exalta contra semejante atrocidad vívida por estos.





Las infrahumanas condiciones del ESMA

En la segunda visita que realicé al espacio conocido como “Casino”, ya más cerca de la temporada de altas temperaturas, en la tercera planta, que es donde permanecían retenidos los detenidos-secuestrados, el sofocante calor del lugar me ha hecho sentir una sensación de agobio, tristeza y miedo, miedo por lo que pasaron todas las personas allí torturadas y enclaustradas durante meses, sin ningún tipo de ventilación, con la capucha puesta en la cabeza, sin poder ver nada, con una alimentación pésima y en cubículos minúsculos.
                                                                                                                                                                                                                                                                                  

Cuando uno conoce que “los traslados” -los vuelos de la muerte-, eran el final terrible de la vida de algunos que se encontraban hacinados en esa tercera planta en condiciones inhumanas, y que era el momento en que despegaban vuelos del aeropuerto cercano con los reclusos encapuchados y los tiraban al océano vivos; al oír y ver ahora cómo cada poco tiempo sobrevuelan aviones, dada a la proximidad del aeropuerto nacional de Argentina, es difícil no sentir un escalofrío que le recorre a uno por la piel.

El sótano, oscuro, frío, con un techo rebajado, una viga, que, dado que los reclusos entraban encapuchados, no podían prever se golpeaban en la frente con el techo rebajado, y eso servía para amedrentar el ánimo de las personas ahí recluidas, y el inicio o el fin de la tortura durante los interrogatorios, y en muchos casos el fin antes de un “traslado”.

Estos son tan solo algunas de las atrocidades que se practicaban en ese centro clandestino de detención, tortura, trabajo y exterminio.
                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                             

La lucha por la verdad sigue

Según las fuerzas armadas y de seguridad, principales culpables de lo que sucedió en esos centros clandestinos, hasta fecha de hoy se mantiene un discurso en que se realiza una rebaja en el número real de desaparecidos. Según dicho sector hay 10.000 desaparecidos, muy lejos de los 30.000 que mantiene la sociedad argentina. Con dicho planteamiento, las fuerzas armadas y de seguridad dan entender al exterior que no fue tan grave lo que sucedió. Todo lo contrario; el mero hecho de que haya un solo desaparecido es suficientemente grave, y rebajar la cuantía de las cifras no minimiza el daño que infligieron sus perpetradores a víctimas,
familiares y a la sociedad argentina en su conjunto.

Por otro lado, muchos edificios se encuentran caso en el mismo estado en que quedaron al final de aquella época (con la degradación propia del paso del tiempo), dado que son prueba en los juicios de la Megacausa Esma que se están llevando a cabo para enjuiciar a los culpables, algunos de ellos ya muertos, para que respondan ante la justicia de los crímenes de lesa humanidad que cometieron en ese recinto. Algunos otros de los responsables han muerto a la espera de condena, de forma cobarde y sin afrontar la responsabilidad por los crímenes de que fueron autores.
Siguen en proceso otras muchas causas que se han juzgado, se están juzgando o se van a juzgar -en ello está la justicia argentina. Es una tarea inmensa, que por ahora no parece tener fin: cada vez aparecen más testigos dispuestos a declarar y se hallan nuevas pruebas que inculpan a nuevas personas.

Por otra parte, dentro de ese recinto encontramos otros edificios, como por ejemplo el de las Abuelas de la Plaza de Mayo, o el centro cultural Harolodo Conti, la mayoría destinados a tres mismos objetivos: preservar la memoria, conocer la verdad y hacer justicia para Argentina. Estos tres fines, aparte de la vía judicial y las investigaciones que siguen en proceso, la sociedad argentina los mantiene organizando talleres, encuentros, exposiciones, sesiones de cine, de teatro, recitales de poemas, un sinfín de actividades gratuitas y abiertas a todos los públicos, para hacer llegar al pueblo argentino y al mundo, que Argentina tiene una corta historia, pero importante y que esos hechos tienen que ser sacados a la luz y divulgados, para que no caigan nunca en el olvido. Es una forma importante de hacer llegar al mundo la educación y la cultura, en este caso de Argentina.

De igual modo, que es importante que la gente tenga fácil acceso a tales recintos, es muy relevante el cuidado del entorno -como la hierba, los árboles, los carteles, las imágenes en las ventanas de los edificios, las pintadas en los suelos, etc.-, un sinfín de detalles, que permiten que el recinto, habiendo ocurrido lo que allí sucedió, ahora sea un sitio que favorece rendir así homenaje -entre otras muchas formas- a todas las personas que padecieron ahí dentro y, en muchos casos, fueron vilmente asesinadas.


La importancia de la memoria

En cada una de las ocasiones en que he tenido la oportunidad de de entrar al predio, me han sobrevenido un sinfín de sensaciones encontradas, un choque de pensamientos, un sentimiento muy profundo que te eriza el vello, sobre todo al salir de algunos edificios como el “Casino de oficiales”. Algún compañero que me ha acompañado ha salido con sensaciones parecidas.

Esto va más allá de las sensaciones o pensamientos personales y subjetivos; se trata de tener la oportunidad de explicar y difundir una parte -importante, esencial- de lo que ocurrió en Argentina durante los años 1976-1983. Es fundamental que estos proyectos de memoria, justicia y verdad se mantengan vivos; enriquecen a la sociedad en su conjunto. Y hacerla llegar al máximo número de personas de otras partes del mundo es un objetivo esencial, para que lo que ocurrió entonces no se vuelva a repetir, y no se evite como un tabú: silenciar unos acontecimientos como los que vivió Argentina durante la no tan lejana dictadura sería negar lo evidente. Hechos históricos que resolver existen en todos los países, y esta es una gran oportunidad para todas las gentes de aprender de ello, y no volver a caer en los mismos errores.

Solo así se mantienen vivas las sociedades. Argentina es un gran ejemplo de cómo sí es necesario mirar de frente a la historia; y afrontando así su pasado se encuentra muy viva.


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